Al Papa Francisco se le atribuye la difusión de la devoción a María como la que desenreda los nudos en nuestras vidas. Esta devoción, una interpretación vicentina de la virgen, se originó en Alemania en el siglo 17 y se volvió más formal en el siguiente siglo, cuando un artista pintó una imagen de María deshaciendo los nudos, la cual se colocó en la Iglesia de San Pedro en Augsburgo.